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El régimen cubano ha decidido decir adiós formalmente al comunismo. El concepto ha sido eliminado en el anteproyecto de reforma constitucional en curso, según han avanzado este sábado los medios oficiales de la isla. Inmerso en un proceso de liberalización controlada del modelo económico, el Gobierno de Cuba incluye en el nuevo texto el reconocimiento de la propiedad privada y se desprende de la referencia a la ideología comunista, aunque explicita que el socialismo sigue siendo política de Estado.

La Constitución vigente, de 1976 y redactada a imagen y semejanza de las del bloque socialista, incluye en su artículo 5 el objetivo del «avance hacia la sociedad comunista». Con la reforma constitucional, esa idea se esfumaría. Un cambio de enorme trascendencia histórica que el gobierno presenta como mera adaptación del lenguaje a la nueva fase de continuidad revolucionaria. «No quiere decir que renunciemos a nuestras ideas, sino que en nuestra visión pensamos en un país socialista, soberano, independiente, próspero y sostenible», dijo el viernes el presidente de la Asamblea Nacional, Esteban Lazo.

El parlamento unicameral cubano abrió este sábado una sesión que se extiende hasta el lunes y en la que los diputados debatirán el texto de la reforma para aprobar que sea sometido a consulta popular.

Ideológicamente, Cuba se quedará en la paradójica situación de desprenderse de la idea del comunismo en su Constitución sin dejar de reconocer como máximo órgano de dirección del país al Partido Comunista de Cuba. El anteproyecto de reforma, según el diario oficialista Granma, “ratifica el carácter socialista de la Revolución y el papel rector del Partido” y la “irrevocabilidad del modelo político y económico”.
El gobierno comenzó la remodelación del modelo económico –y la contención de la narrativa comunista– en 2011 con la elaboración de los llamados Lineamientos de la Política Económica y Social del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba. Los 313 puntos del documentos plasmaban la orden de Raúl Castro de iniciar un viraje del sistema que permitiese dinamizar la raquítica economía cubana dando mayor espacio al trabajo por cuenta propia y abriendo el país a la inversión extranjera. El raulismo marcó un cambio de paso hacia un mayor pragmatismo con respecto a la línea impuesta durante décadas por Fidel Castro, muy reacio a la apertura al mercado y aferrado hasta su retiro por enfermedad en 2006 a la narrativa marxista-leninista.

Un gabinete de continuidad

Cuba enfila la era post Castro bajo el dictado de la continuidad. El presidente Miguel Díaz-Canel, de 58 años, nacido después de la revolución de 1959 y a quien Raúl Castro, de 87 años, cedió el cargo en abril tras prepararlo durante años como leal sucesor, ha conformado un Consejo de Ministros que mantiene el tronco del de su mentor. La Asamblea ha dado su aprobación este sábado al nuevo gabinete, que conserva a 20 de los 34 ministros del general. Castro permanecerá hasta 2021 como secretario general del Partido Comunista de Cuba, máxima autoridad de la isla por encima del Ejecutivo.

La novedad más sustancial en el gabinete ha sido el nombramiento de otro ministro de Economía, Alejandro Gil, hasta ahora viceministro. Desde que Raúl Castro tomó el timón en 2008 inició una morosa adaptación del sistema socialista al mercado y a la inversión extranjera que Díaz-Canel tendrá que acelerar para tratar de sacar al país de su perpetua situación de carestía y de sus casi nulos índices de crecimiento. Gil será el encargado de batir el complicado cóctel de estatalismo y liberalización. Miembro de la nueva generación de la alta burocracia cubana, hasta ahora viceministro, el nuevo titular de Economía sustituye a un funcionario de la vieja guardia, Ricardo Cabrisas, de 81 años y que será uno de los cuatro vicepresidentes del consejo de Ministros –donde continua Ramiro Valdés, 86 años, del núcleo duro histórico–.

Cuando asumió la presidencia en abril, Díaz-Canel, un tecnócrata con reputación aperturista que desde hace dos años ha ido adoptando un discurso cada vez más rígido y conservador, dejó claro que su norte no era otro que la «continuidad», hoy concepto talismán del statu quo cubano.

En su equipo seguirán a su lado pesos pesados del aparato como el canciller y cerebro de las relaciones con EE UU Bruno Rodríguez, de 60 años, Leopoldo Cintra, de 77 años y militar del círculo más estrecho de Raúl Castro, como ministro de las Fuerzas Armadas, y el vicealmirante Julio César Gandarilla, 75 años, a cargo del poderoso Ministerio del Interior. Comercio e Inversión Extranjera y Turismo, dos carteras de especial importancia por la necesidad perentoria de Cuba de captar capital, seguirán en manos de Rodrigo Malmierca y Manuel Marrero. El gabinete tiene una media de edad de 60 años. Lo componen 26 hombres y ocho mujeres.

 

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