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El cura que es investigado por abuso sexual tras la denuncia de sus tres sobrinos, entre ellos un menor, fue sometido a un análisis psicológico del mismo modo que lo hicieron las presuntas víctimas y el resultado del informe lo complicaría todavía más, según informaron fuentes judiciales. Es que algunas actitudes pueden orientar la identificación del tipo de persona que presenta el perfil de abusador de niños.

Si bien no hay un perfil psicológico exacto para determinar a los delincuentes sexuales, porque justamente se caracterizan por su heterogeneidad, existen algunos rasgos que podrían identificar los comportamientos de los abusadores y en ello habría incurrido el padre Walter Bustos, acorde a lo que Tiempo de San Juan investigó.

¿Cuáles son los indicios?

Podría decirse que se trata de personas que tienen una marcada inmadurez psicológica o emocional y que probablemente pudieron haber sido víctimas de abusos durante su niñez o testigos de relaciones abusivas durante ese periodo.

De acuerdo con Rodrigo Córdoba, presidente de la Asociación de Psiquiatría de América Latina, la mayoría de estas personas no logran aprender maneras más adecuadas de relacionarse con los demás, influenciados por las vivencias traumáticas que los marcaron dentro de su desarrollo.

Estadísticamente se ha demostrado que tienen baja tolerancia, temperamentos explosivos y una fragilidad emocional que los hace reaccionar de manera agresiva ante incidentes menores.

Olga Albornoz, especializada en psiquiatría infantil, manifiesta que estas personas necesitan doblegar a sus víctimas o hacer lo posible para que ellas se sometan a su voluntad; lo que, en no pocos casos, se complementa con una inseguridad extrema, tendencias posesivas y celos exagerados.

Por otra parte, Albornoz asegura que la mayoría de los victimarios no son ajenos al ambiente de niños y adolescentes, por el contrario, suelen estar cerca del entorno familiar, escolar o de amistades. En este punto, es importante aclarar que las acusaciones contra el religioso corresponden a años anteriores, cuando los denunciantes, hoy adolescentes y mayores de edad, eran niños.

Las señales generales que encienden alarmas

La irresponsabilidad.
Un comportamiento impulsivo.
Afectos llenos de superficialidad.
Baja capacidad de remordimiento.
Locuacidad y encanto superficial.
Exaltación del valor del yo.
Necesidad permanente de estimulación.
Tendencia al aburrimiento.
Mentiras patológicas.
Manipulación de la conducta.
Relaciones afectivas de poca duración.

Incapacidad de asumir sus propios actos.
Conducta sexual promiscua.
Estilo de vida parásito.
Falta de empatía.
Posturas dogmáticas o endurecidas.

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