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La especie, importada de Canadá a mediados del siglo pasado, construyó más de 70 mil diques.

Tierra del Fuego está en alerta y esta vez no por el frío o las nevadas, sino por los cambios de su ecosistema. Los castores, que llegaron a la provincia a mediados del siglo XX importados desde Canadá, ya han construido más de 70 mil diques y son una invasión que cambió radicalmente el ecosistema.

De acuerdo con el informe de la Facultad de Agronomía de la UBA (FAUBA), en la Isla Grande de Tierra del Fuego, del lado argentino al menos, los diques construidos por castores cortan el flujo de los ríos y alteran la composición y el funcionamiento del ambiente. Como si fuera poco, esos diques, que según este estudio se extienden en unos 2300 kilómetros, han generado la inundación de unos 100 km2.

Esas zonas, ahora abnegadas por el agua, contiene sedimentos que cambian la estructura del suelo y provocan la muerte los árboles ya que sus raíces se ahogan. Este es un problema que preocupa a los especialistas también por sus consecuencias a futuro. Aunque podría dragarse el suelo si se restablece el curso original del agua, quedará allí una capa de sedimentos y evitarán cualquier regeneración del bosque.

Los profesionales encargados de realizar el estudio no dudaron en mostrar su asombro. Si bien explicaron que la isla de Tierra del Fuego está dividida en cuatro regiones ecológicas y que esperaban encontrar una gran invasión en la zona ubicada al sur de la isla, se sorprendieron al detectar la presencia del roedor también en el norte. Lo sorprendente es que allí no había un ambiente apto para el desarrollo de esta especie.

La población de castores se hace más densa justo en la región centro-sur de isla donde se contabilizaron 123 diques.

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