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Como un geiser, la grieta de la grieta lanza por el aire su podredumbre. Huele mal, pero no tanto por lo que sugiere y los medios comentan: un encuentro casual o de agenda entre el presidente de la Nación, Mauricio Macri, y el técnico de Boca, Guillermo Barros Schelotto. La reunión se ubica en dos contextos. Uno político y otro social, devenido en deportivo.

El primero tiene gravedad institucional. O sea, el gobernante determina cuáles son sus cuestionables prioridades del momento. Le da jerarquía de Estado a una charla con el Mellizo, pero también a otra posterior con la ex tenista Gabriela Sabatini. Importa más recibir a esos dos famosos en la Casa Rosada que a los familiares del submarino ARA San Juan, a Sergio Maldonado o a cualquier otro familiar víctima del aparato represivo. No es la primera vez que Macri repite sus invitados y elige el momento para hacerlo.

 

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