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Cada Viernes Santo el paraje de la Difunta Correa parece un hormiguero. Por la senda del peregrino caminan los promesantes. Algunos con bastón, otros con la frente brillante de tanto sudor por el esfuerzo. Todos con el fin de agradecerle a la santa popular y mostrarle su devoción de fe. Para llegar a tocar su imagen, hay que subir las escaleras. Es tradicional que muchos escalen los peldaños de espaldas. Hoy, por primera vez en la historia del paraje, no hubo gente en la Difunta. El aislamiento por el coronavirus impidió que se materialice esta peregrinación que cautiva a files de todo el mundo.

Para evitar que se incumpla con la cuarentena, la Secretaría de Seguridad montó un gran operativo policial. Controles en 9 de Julio, en la Diagonal, en la Ruta 20 y antes de llegar al paraje. De vuelta, se sumó otro control en Caucete. Al llegar a Vallecito no había un alma, solo perros caminando a lo largo de la pintoresca callecita en donde hasta hace dos meses la gente comía chivo o sanguches de jamón crudo.

En el paraje, luego de pasar el primer control policial hay que anunciarse en el puesto. Al ingresar al predio, en la administración sólo hay un hombre que se dedica al mantenimiento del lugar. El equipo de prensa le informó que iba a tomar fotos. “Nunca vi este lugar así”, dijo con un lampazo de gran porte en sus manos. 

La imagen de la Difunta sin fieles impacta. Por año, millones de visitantes le hacen una ofrenda a la santa popular. Llegan de todas partes del mundo, es un fenómeno de fe que ha sido y es objeto de estudio. Subir los peldaños de las escaleras vacías es un shock. Parece una escena de una película cuya locación es un pueblo abandonado a su suerte.

Al llegar a lo más alto del paraje, la gente suelta las lágrimas. Con la imagen de la Difunta frente a sus ojos, los promesantes se aferran a su figura. Las manos acarician la escultura, se entrelazan y agradecen. Hoy nada de eso sucedió. Como nunca, la imagen de la santa popular reposaba en soledad en la cima de ese cerrito que la enaltece. 

Por primera vez, no hubo velas prendidas. A lo lejos en el paisaje de Vallecito se ve un hombre en bicicleta. Es de la zona. Se saca el sombrero en la puerta del paraje pero sigue su rumbo.

Los que si se adueñaron del paisaje son los perros. Andan corriendo por todos lados. Suben las escaleras a toda velocidad. Hay pequeñas jaurías que se disputan el territorio ladrándose a lo lejos. Cuando ven un humano se acercan correteando. Esperan algún pedazo de comida. Al recibir el alimento o un cariño, salen disparados corriendo al cerro otra vez.

En los controles policiales informan al equipo que no detectaron mucha gente queriendo llegar a la Difunta. Los pocos que van a la zona son camioneros y los dueños de los puestos de alimentos del paraje, que no tienen ingresos desde el arranque de la cuarentena.

El paraje Difunta Correa continuará cerrado hasta nuevo aviso. La santa popular aguarda en su morada a los miles de fieles que se acercarán cuando todo termine para agradecerle por lo que sea que le hayan pedido. Es un símbolo, es fe, es creencia masiva y milagrosa. Un refugio. 

fuente: tiempo de san juan

 

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